domingo, 28 de febrero de 2010

La tarea del poeta: reflexiones sobre la poesía de Rubén Bonifaz Nuño (Sarli Mercado)

“Llega fácilmente el dolor; atiende…” y “Para los que llegan a las fiestas…” de Los demonios y los días  (1956) o “Algo se me ha  quebrado esta mañana” de Fuego de pobres (1961) son algunos de los poemas que han marcado mi lectura de la poesía de Rubén Bonifaz Nuño.   Versos que evocan, no el amor de la pareja —tema recurrente en su poesía— sino el dolor, la injusticia y  la angustia del ser humano al igual que la ansiedad del poeta que los nombra.  Puede ser que se trate de, como señala Sandro Cohen en el prólogo de la Antología, otra manera de invocar al amor, aquel que desde la perspectiva de la cábala o de la mística amorosa es el amor fraterno o social (10).  Si leemos detenidamente versos como los del poema “Llega fácilmente el dolor; atiende…”(49) nos encontramos no ante una representación del dolor físico cualquiera, sino ante el dolor existencial, aquel del que padecemos todos, ¿acaso sin excepción?:

Llega fácilmente el dolor; atiende
el primer llamado que le hacemos.
Para que el dolor nos toque, es bastante
con dejar caer las manos,
y pensar en algo y querer tenerlo.

Y con qué dureza nos aprieta
después el dolor, con su mano sorda;
nos dobla los hombros, nos empuja
siempre más adentro de donde estamos,
y ya no es posible escapar, y nada
nos queda sino aguantar en silencio.  (énfasis añadido, vv 1-11)


Porque no podemos todavía
dar o recibir sin hacer daño;
nos falta humildad y trabajo; fuerza
para no negar que somos débiles. (vv 41-44)

Es este el dolor que sentimos ante la derrota, el que apunta a nuestros más íntimos deseos negándolos, el que doblega nuestra ser y del cual no podemos escapar.  La personificación del dolor con su “mano sorda” que nos “toca”, “aprieta”, “dobla” y “empuja” le permite a Nuño crear una imagen de este que apela tanto a nuestras sensaciones físicas como psíquicas señalando así su realidad e inminencia. Al convivir con el dolor somos también parte de él, y esto es lo que Nuño nos hace ver: somos nosotros mismos los que también creamos o causamos ese dolor en el otro aquel que también es un nosotros, un yo.  La postura ética de Nuño consiste incluso en hacernos tomar conciencia o en crear en nosotros una responsabilidad por la condición de nuestra sociedad contemporánea marcada por la violencia, la pobreza, el abuso de poder y la muerte.  Es por esto que el poema concluye apuntando a la “humildad” y al “trabajo” como las cualidades de las que aún carecemos.
            La invitación al ejercicio de introspección que nos propone Nuño aparece de manera más enfática en el  poema “Algo se me ha quebrado esta mañana”(75) en cuyos versos se configura un yo que auto-cuestiona su ser y sus circunstancias. Como he mencionado en mis comentarios anteriores dedicados a la elección de este poema, de estos versos surge una suerte de espejo cóncavo en el que se refleja el yo, tanto del poeta como del lector, un encuentro “cara a cara” con nosotros mismos, con el que “vive dentro”. Cito las dos primeras estrofas y la final:

Algo se me ha quebrado esta mañana
de andar, de cara en cara, preguntando
por el que vive dentro.

Y habla y se queja y se me tuerce
hasta la lengua del zapato,
por tener que aguantar como los hombres
tanta pobreza, tanto oscuro
camino a la vejez; tantos remiendos
nunca invisibles, en la piel del alma.

….

Escribo amargo y fácil,
Y en el día resollante y monótono
De no tener cabeza sobre el traje,
ni traje que no apriete,
ni mujer en qué caerse muerto.

Con un lenguaje claro y sencillo con cierto tono coloquial (“se me tuerce hasta la lengua del zapato”, “ni mujer en qué caerse muerto”), Nuño nos presenta un yo en crisis, exhausto, ¿roto?, frente a la pobreza en la que vive y habitan “los hombres” y “el alma”, una pobreza creadora del hambre, la miseria, y el dolor, el escenario en el que participamos todos y no sólo como testigos. “Escribo amargo y fácil” nos dice en los versos finales para recordarnos que ésta es también la voz y la angustia del yo poeta.  Su tarea, sin embargo, no consiste sólo en señalar la carencia de los humanos; el poeta escribe también a favor de la esperanza y de nuestra perseverancia. En palabras de Bonifaz Nuño:  

…para  los que quieren mover el mundo
con su corazón solitario,
los que por las calles se fatigan
caminando, claros de pensamiento;
para los que pisan sus fracasos y siguen;
para los que sufren a conciencia porque
no serán consolados,
los que no tendrán, los que pueden escucharme;
para los que están armados, escribo. 
                                               
Con estos versos que cierran el poema “Para los que llegan a la fiestas” (45), Nuño hace de la poesía un lugar para los que luchan y persisten en soledad, ante la derrota, la pobreza o el desconsuelo; porque, como sugieren los versos, hay que poner el corazón, fracasar y seguir, armarnos de valor y de claridad de pensamiento para mover y cambiar nuestras circunstancias, nuestro mundo y el mundo de los demás[1].


[1] Como diría Miguel Hernández en su poema “El mundo es como aparece”

martes, 23 de febrero de 2010

Un poema de Rubén Bonifaz Nuño, por David García

Esta noche de trenes,
de poblaciones emigrando,
de corporales sueños, de violadas
respiraciones en la arena
movediza del viaje, lo recuerdo.
(Fue, tal vez, necesario el incipiente
amor; callar a solas con extraños,
y las cosas más tiernas,
mientras la boca se endurece
y una crecida barba, de cadáver
reciente, me prolonga.)

Y sin embargo, cuántas veces
te habrán reconocido; por los ojos,
o por la ausencia que dejaste;
por el cabello sobre el hombro, al irte,
y el andar que descubre lo que eras.

Pues sé que nos pusieron,
al nacer, otro nombre, y un camino
que recorrer, y un tren para el camino.

Un tren sonámbulo que huye,
en dirección opuesta, irreversible,
de los que cruzan ya perdidos;
por un saludo heridos ya de muerte,
marcados para siempre, señalados;
buscadores de un signo en la mazorca
muchedumbre de rostros.

Y todo esto sin falta, aconteciendo;
todo pasando,
todo viniendo y alcanzando y yéndose.

Amiga, no me olvides; no me olvides,
amigo; no te pierdas, espérame.

Como a la máscara del baile,
vengo de lejos a ocupar mi cara;
por detrás y en silencio, a mis balcones
lacrimales, al sabor de mi boca,
al olor de las cosas que esperabas.

Estoy sin tierra firme; estoy saliendo,
a donde quiero, de estas últimas
lentas horas de viaje que termina;

sombra larguísima, pantano
de silbatos, de ruedas que repiten
su palabra distinta a cada uno;

estaciones mendigas, como fechas
alumbradas apenas, donde duele
lo que se aprende dormitando.
No me olvides, espérame.

Yo, el de las cartas sin destino;
el de palabras no creídas,
el que siembra en lo oscuro, te lo pido.



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He escogido este poema porque, a mi parecer, representa muy bien el ritmo poético que Rubén marca a lo largo de buena parte de su obra. La palabra de Rubén es lenta, como han apuntado estupendamente otros compañeros, es como un río que se detiene en miles de pequeños meandros, formando una geometría que sólo se intuye tras recorrerlo mil veces; 
me interesa mucho su contención, su aparente "tranquilidad" en la expresión... es la antítesis a la poesía de Idea Vilariño, todo sangre, ¿verdad? Rubén va construyendo su tono poco a poco, aportando variaciones pequeñas, sutiles, en cada estrofa y utilizando magnificamente esos pequeños requiebros métricos para captar tu atención y guiarte por el poema. A mí, personalmente, me encanta la resonancia de los eneasílabos, me parece que pueden llegar a tener un equilibrio rítmico ideal, y este poema es un ejemplo maravilloso de ello. 
El ritmo métrico es indistinguible, con todo ello, del tono semántico del poema, un canto pequeño al tiempo, al tiempo de la memoria y una rebelión personal contra el olvido. Un poema necesario, un poema en el que, despacio, utilizando esas "armas" clásicas que maneja como nadie y que ha sabido trasladar a la poesía actual sin que suenen rancias, Rubén deja entre líneas la esperanza del instante eterno. Un saludo a todos, y disculpad también por la tardanza.

jueves, 18 de febrero de 2010

Comentario de Alicia Naya a los poemas de Rubén Bonifaz Nuño (Luz que regresa. Visor)

Yo, el de las cartas sin destino
el de palabras no creídas
el que siembra en lo oscuro, te lo pido.
                                                                      Rubén Bonifaz

Ningún otro poeta, ha despertado en mi, tanta ternura y me ha llevado a desear ser a la vez; amante, heroína o madre. Encuentro que es de una generosidad enorme en el amor, este poema, es casi una oración;

“Dios te salve”
(…)
Que permita que vivas como eres
que mi amor no te duela,
y que sea siempre esperada
el fruto de tu vientre

                      (De Imágenes) -Pag. 29-

El poeta es, a veces héroe, otras, la amante es la heroína.

(...)
Y, si en vértigo de abismo
Tu pelo se desmadeja.
Todavía, con brazo heroico
Sostienes a tu pareja.

                                 Ramón López Velarde

“Rosa primera, flor de flores”
(...)
Y al partir la noche, da la estrella
para cruzarla a salvo; alianza
y amor de contrarios establece;
estrella en si misma y consagrado
soporte, en si misma, de la estrella
                                       (De La flama en el espejo) -Pag.99-

“La que sabe y puede, la que sola”
se atreve y tácita se guarda;
la que en la oscuridad temida
el sol regenera con la espada,
descubre los puentes de la música.
(...)
Como el ángel guardián, no cesa
ni desampara, y descendiendo,
espíritus de amor infunde.
(…)
                                (De La flama en el espejo) -Pag. 108-

“Te abraza la lluvia en su descenso”
(…)
Llueve y e afano. Tú me abrazas
en mi caída; me descifras
(…)
                                (De El templo de su cuerpo ) -Pag.162-

Otras veces, oímos resonancias de El cántico espiritual de San Juan:

“Hay un asombro silencioso”
(…) , y en sus ojos
amor es la única respuesta.
(…)
Lumbre sin humo que en su centro
-sin consumirse- se alimenta
(…)
                                    (De La flama en el espejo) –Pag. 104-

“Habla; y en su lengua persevera”
(…)
Maduros esplendores cálidos;
cintura de llamas que no queman
(…)
Ya conducido por su mano,
de claras almenas protegido,
colmado, junto y en silencio
(…)

Rubén, poeta de una vastísima cultura poética y una sensibilidad exquisita para la BELLEZA, termina este poema con dos versos que te instalan de inmediato en el paraíso.

Aroma oscuro de manzanas
huerto de granados florecidos.

                                (De La flama en el espejo) -Pag. 107-

Hay poetas, que se conforman con crear un cauce artificial para depositar en él, sus palabras, sus versos; en Rubén, esto no parece suficiente y busca, un momento especial, un relámpago, que haga, que las palabras circulen por él haciendo cauce.:

“En el instante, ella se sabe”
inmortal ahora, sola dueña
del solar claramente de relámpagos
que abrasa, abierto, y que fulmina.
(…)
                                 (De La flama en el espejo) –Pag.114-

Y, por último, una de las descripciones poéticas mas hermosas sobre la mujer:

“Qué absurdo, que imposible”
(…)
¿En dónde, dime, entonces
esconderías el amor, tu orgullo
de estar perdidamente loca,
tu corazón infatigable,
tu corona de llamas, tu costumbre
de estar haciendo luz a todas horas?

Gracias Rubén por tu generosidad, por que tantos momentos únicos que te has permitido sentir, no se pierdan en el olvido, como este atardecer.

Centímetro a centímetro por Luisa Tejada

Pocas veces un poema simula lo que en un diálogo concurre: la retroalimentación de enunciados, la comunicación de ideas, la comunión de los sentimientos encontrados, casi diría, la esencia del pecado mismo.


He escogido este poema -"Centímetro a centímetro"-, del libro El manto y la corona (1958), porque en suma, me parece una "delicia". ¡Y qué delicia! Es uno de esos poemas "tocables", a los que si vuelves, una segunda, una tercera,... te sigue llamando, te sigue buscando, te sigue siguiendo. 

Una constante y gran acierto en el poema es la contradicción, ese juego de palabras semánticamente opuestas, que juntas son armoniosas y que Rubén ha recreado magistralmente: 


...ya, la felicidad imaginada,
sino la dicha permanente...


...el abierto aire total en que me pierdo y gano...


...qué delicia la de ponerme lejos nuevamente...


Y esta una de mis estrofas favoritas: 


...Y al mismo tiempo, así, juego a perderte
y a descubrirte, y sé que te descubro
siempre mejor de como te he perdido.


A continuación, el poema en su totalidad:



CENTÍMETRO A CENTÍMETRO

Centímetro a centímetro
-piel, cabello, ternura, olor, palabras-
mi amor te va tocando.
Voy descubriendo a diario, convenciéndome
de que estás junto a mí, de que es posible
y cierto; que no eres,
ya, la felicidad imaginada,
sino la dicha permanente,
hallada, concretísima; el abierto
aire total en que me pierdo y gano.
Y después, qué delicia
la de ponerme lejos nuevamente.
Mirarte como antes
y llamarle de "usted", para que sientas
que no es verdad que te haya conseguido;
que sigues siendo tú, la inalcanzada;
que hay muchas cosas tuyas
que no puedo tener.
Qué delicia delgada, incomprensible,
la de verte lejos,
y soportar los golpes de alegría
que de mi corazón ascienden
al acercarse a ti por vez primera;
siempre por primera, a cada instante.
Y al mismo tiempo, así, juego a perderte
y a descubrirte, y sé que te descubro
siempre mejor de como te he perdido.
Es como si dijeras:
"cuenta hasta diez, y búscame", y a oscuras
yo empezara a buscarte, y torpemente
te preguntara: ¿estás allí?", y salieras
riendo del escondite,
tú misma, sí, en el fondo; pero envuelta
en una luz distinta, en un aroma
nuevo, con un vestido diferente.
      El manto y la corona, 1958.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Comentario al soneto "Alguna vez te alcanzará el sonido" por Ana Rodríguez Callealta

Lo primero que necesito hacer es disculparme. La llamada de atención que acabo de recibir me ha despabilado rápidamente. A mi favor debo decir que hace tiempo que leí y comenté este poema, pero una serie de circunstancias personales que se reducen a febrero, el mes de los exámenes, me han impedido estar centrada y recordar activamente que debía subirlo. Reitero mis disculpas y estoy absolutamente de acuerdo en que esto es una responsabilidad de la que ni siquiera pretendo desasirme. Por mi parte, no volverá a suceder.

En lo que se refiere al tema que nos ocupa, he escogido un soneto maravilloso, que ha comenzado a formar parte de mi vida de una forma irreversible. Supongo que los que viven como yo de la poesía, comprenderán esta incapacidad para desprenderse de un poema cuando lo tenemos ante nuestros ojos.

En primer lugar, he escogido un soneto porque, desde mi punto de vista, es la forma estrófica más difícil de construir y a su vez, la más perfecta. Un buen soneto puede ser el mejor poema que se haya leído nunca si está bien hecho.

Me gusta este, en concreto, porque como a todos nos ha pasado alguna vez, mis experiencias personales me llevan a sentirme muy dentro, muy cerca, muy viva. Se me eriza la piel de pensarlo.

Es un poema lento, "silencioso", sereno. Está lleno de las tópicas antítesis petrarquistas del siglo XVI, re-utilzadas en un nuevo contexto, que dota al poema de una sensibilidad exquisita. Encontramos, a su vez, la tópica imagen de la cárcel de amor de la poesía de cancionero. La fusión es perfecta.

Es un poema triste y aletargado, que alberga dentro de sí el sentimiento de amor más puro, incondicional. Retrata de una manera sublime la manera en que podemos llegar a sentirnos "invisibles" cuando el amor no es correspondido.

Creo que sobran motivos para escoger este soneto.

Espero que lo disfruten tanto como yo.

Alguna vez te alcanzará el sonido
de mi apagado nombre, y nuevamente
algo en tu ser me sentirá presente:
más no tu corazón; sólo tu oído.

Una pausa en la música sin ruido
de tu luz ignorada, inútilmente
ha de querer salvar mi afán doliente
de la amorosa cárcel de tu olvido.

Ningún recuerdo quedará en tu vida
de lo que fuera breve semejanza
de tu sueño y mi nombre y la belleza.

Porque en tu amor no alentará la herida
sino la cicatriz, y tu esperanza
no querrá saber más de mi tristeza.

domingo, 7 de febrero de 2010

Alegria y dolor. Mis reflexiones sobre Rubén Bonifaz por Marisol Villarrubia

En los poemas que he leído de Rubén Bonifaz Nuño he encontrado abrumadoras verdades que se desgarran estrofa tras estrofa, escondidas probablemente tras una falsa sencillez. Versos y poemas claros, imágenes directas que contrastan con otras que no lo son. Así parece que la poesía se debate entre esas zonas claras y evidentes, versos casi prosaicos que se deslizan tras otros sombríos en un juego entre la luz y la penumbra, donde parece intuirse el nacimiento de la esencia del ser humano: alegría y dolor.

El dolor de vivir, el dolor de los pobres y desfavorecidos, convertido en un extraño canto de “bienaventuranza”, como en No es una desgracia abrir los ojos,
[...]
Bienaventurados los que padecen
la nostalgia, el miedo de estar a solas,
la necesidad del amor; los hombres,
las mujeres tiernas de ojos amargos;
los que en su comida han recibido
lo gordo del caldo del sufrimiento.

Porque de ellos es la desesperanza,
el insomnio, el llanto seco, las rejas
de todas las cárceles, el hambre,
y la fuerza lírica y el impulso
para desquiciar la desventura.



El hombre triste o desfavorecido en otros poemas toma conciencia del papel que desempeña en este mundo de ricos y pobres; de seres felices y otros desventurados. Ese hombre consciente de su existencia se asoma a esas otras vidas de dicha que intensifican todavía más su padecimiento aunque “vale la pena vivirlo”, “pisar su fracaso y seguir” ya que lo contrario sería “ser vencido”,
[...]
para los que miran desde afuera,
de noche, las casas iluminadas,
y a veces quisieran estar adentro:
compartir con alguien mesa y cobijas
o vivir con hijos dichosos;
y luego comprenden que es necesario
hacer otras cosas, y que vale
mucho más sufrir que ser vencido;

para los que quieren mover el mundo
con su corazón solitario,
los que por las calles se fatigan
caminando, claros de pensamientos;
para los que pisan sus fracasos y siguen;
para los que sufren a conciencia,
porque no serán consolados,
los que no tendrán, los que pueden escucharme;
para los que están armados, escribo.


Encontré, confieso, no sin dificultad, como esa esencia humana de padecimiento, en otros poemas se transforma en pasión y juego amoroso de encuentros y desencuentros (perderte-descubrirte-descubro-perdido):

Qué delicia delgada, incomprensible,
la de verte lejos,
y soportar los golpes de alegría
que de mi corazón ascienden
al acercarse a ti por vez primera;
siempre por primera, a cada instante.
Y al mismo tiempo, así, juego a perderte
y a descubrirte, y sé que te descubro
siempre mejor de como te he perdido.

Un sentimiento efímero que en otros poemas se modifica. Rubén Bonifaz hace que el amor terrenal y físico transcienda, a diferencia del dolor, lo humano y material convirtiéndose en algo espiritual, en “alma” (Te amé siempre/ desde antes/ Tú desde siempre estabas en mi sangre/ y en el alma de todas las cosas que he querido). Y cuando ya estamos instalados en esa especie de ensoñación, el amor vuelve a cambiar de rostro y se funde con el dolor en una suerte de existencia que constituye nuestra verdadera humanidad, de nuevo alegría y dolor, de la que hablábamos al principio.
[...]
Porque yo estuve solo
quiero pensar que tú estuviste sola.
Que no te fuiste, que dormías.
Que me dejaste sin dejarme,
y me necesitabas
para poder estar contenta.

De cualquier modo, he recobrado
mi lugar en el mundo: regresaste,
te volviste accesible.

Me devuelves el tiempo,
el dolor, los caminos, la alegría,
la voz, el cuerpo, el alma,
y la vida y la muerte, y lo que vive
más allá de la muerte.

Me lo devuelves todo
encarcelado en la apariencia
de una mujer, tú misma, a la que amo.

De nuevo un poeta, esta vez Rubén Bonifaz Nuño, nos ha entregado algo de sí mismo: su poesía. Nosotros lectores encontraremos o no su mensaje, nos gustarán más o menos sus poemas, nos apropiaremos o no de sus imágenes, de sus sentimientos y a veces, algunos trataremos de explicarla lo que siempre será, en mi opinión, una tentativa fallida por desvelar sus enigmas, lo más íntimo del poeta, su ser.

Breve comentario del primer soneto de La muerte del ángel (1945) por Borja Fernández Martínez

Si nace de tus manos y es oscura
la angustia de sentirme atardecido;
si sueño, si por ti me es concedido
hacer eterna y fácil mi amargura;

si es evidente mi dolor y es dura
tu voluntad de verme oscurecido
como el viento de noche sucedido
entre su arteria vegetal madura,

te puedo dar, como si fuera tarde,
una sola palabra, y retornar
a lo perfecto que en mis manos arde.

O dejarte llegar inesperada
hasta tu misma voz, adelantar
y hacerte nula ante la sombra dada.

El contacto entre dos cuerpos como el origen de la poesía, como una primera sensación poética: el v.1 clama por la oscuridad de ese instante vivido, la angustia que siente el poeta frente al papel mientras cae la noche. Se está evocando el instante del roce enamoradizo y juvenil con la amada mediante un toque de ensoñación. Bonifaz Nuño asume la desdicha y la obligación de perpetuar la escena mediante palabras. Impresionante y sugestiva contradicción en el v.2: eterna y fácil amargura. Un poema es imperecedero y lo sabe la consciencia creadora del poeta. El conflicto entre ser tan «fácil» escribir un soneto y la eternidad que conlleva no debería ser comparable porque el dolor relatado, v.5, implica a su vez una cierta levedad existencial. Y sin embargo la amada puede ver la caída, un sentimiento tan interno puedo ser manipulado por su voluntad e incluso precipitar la oscuridad (ver la relación entre atardecido y oscurecido, v.2 y v.6). Pero se puede hacer una cosa antes de crear el poema que se está escribiendo, decirla una sola palabra. ¿Qué palabra? Habrá que figurárselo. Inquietante es la realidad de que lo perfecto (la poesía) se encuentra en una forma sonora y gráfica, pues lo dolorosamente feo es humano y no depende de nosotros si no de los factores externos a nuestra voluntad. Por eso, decir esa sola palabra para que quede manifestada como una máxima, decir algo aunque no sirva de mucho: lo importante es haberlo dicho aunque caiga en «vano», pues nada será en «vano» si a través de la escritura puede ser imperecedero. También se puede dejar llegar inesperada hasta tu misma voz, que lea ella dichos versos. Será entonces cuando el poeta pueda anular la voluntad controlada por el tiempo y por ella y devolverla a través de la belleza lo horrible que él recibió como una sombra dada. El soneto, en conclusión, trasmite con toda naturalidad la fuerza de la poesía, su finalidad, y a parte de ser además de tema amoroso (aunque más bien trata del desamor) también tiene unos tintes metapoéticos pues como ya he mencionado, escribir sobre los sentimientos íntimos provoca una reflexión sobre el canal de trasmisión, es decir, sobre la función que adquiere o proporciona la materia y la estructura poética.

viernes, 5 de febrero de 2010

Poema y comentario de María José Sanjuan

Hola, hace unos días que terminé de leer el libro de Rubén Bonifaz nuño, en honor a la verdad quiero decir que el libro,los poemas de la antología de visor,que es lo único que he leído de él, me han gustado de forma desigual, algunos me han gustado mucho, he logrado que me abrieran el pecho, que me emocionaran y otros por el contrarío me has resultado tan oscuros y crípticos que no me han gustado nada, para ser más exacta me han dejado absolutamente fría, demasidas palabras para no decir nada, sorry, espero que la opiniónes de los compañeros me ayuden a encontrar en esos poemas lo que me ha sido imposible encontrar en solitario. Espero no ser excomulgada.
Siguiendo la sugerencia de Jesús, mando un poema con el cual si que me he identificado, he sentido tantas veces lo mismo al ver las ventanas iluminadas entre la oscuridad de la noche, esas pantallas, esas cortinas de humo tras de las que se esconde lo que amamos, lo que odiamos, lo que desconocemos, lo que olvidamos.
En fin un bellísimo poema.
Cambiando de tema, me ha resultado muy complicado acceder al blog.
Y cambiando otra vez de tema, los comentarios de los compañeros sobre Idea Vilariño me parecieron de gran hondura,en fin muy, muy buenos.Yo envié un comentario pero no llegó, a ver si llega este. Un abrazo a todos.

DE NOCHE CON PASOS LENTOS...

De noche con pasos lentos,
caminando, viendo las ventanas opacas,
por las despobladas calles de alguna
ciudad, en la hora más honda y ciega;
cuando ya ninguno vela, y el aire
pesa con el sueño de las gentes.

Me sorprendo dulcemente, imagino
quiénes, cómo son los que duermen:
hombres fatigados, niños pálidos,
mujeres bellísimas cuyos cuerpos,
misteriosamentre enternecidos,
flotan como larvas en sus capullos
de sábanas puestas hace tres días.

Siento, raras veces pude sentirlo,
que las soledades y los deseos
llegan: buscan dentro de mí, me buscan.

Tras una ventana de éstas podrías
estar, indefensa, durmiendo,
tú para quien fue demasiado simple
la caja de vidrio que te encerraba
en mi corazón de veinte años,
y a quien un tendero anónimo
tomó como criada, tranquilamente,
después de pasar por un juzagado
y un vestido blanco y una iglesia.

¿Qué claros pilares sueñas de oro,
qué mareas cálidad, en costas
que nunca verás estando despierta?

Duermes, y estás libre, y te sonríes;
olvidas tus pisos lavados, tu cocina,
y los calcetines que aborreces.

Acaso esta misma noche en que pienso,
en este momento, mientras camino
por estos lugares próximos,
estás escuchando en alguna parte
las cosas que no te dije, el silencio
que no comprendiste: me has econtrado.

Y algo que yo tuve olvidado
mucho tiempo sube por mi tristeza
y va descubriéndose en secreto,
y me va ligando a ternuras
ajenas, a oscuros tormentos, a nostalgias.

jueves, 4 de febrero de 2010

Reflexiones III. Selección de poema/s de Rubén Bonifaz Nuño. (Sarli E. Mercado)


ALGO SE ME HA QUEBRADO ESTA MAÑANA…

Algo se me ha quebrado esta mañana
de andar, de cara en cara, preguntando
por el que vive dentro.

Y habla y se queja y se me tuerce
hasta la lengua del zapato,
por tener que aguantar como los hombres
tanta pobreza, tanto oscuro
camino a la vejez; tantos remiendos
nunca invisibles, en la piel del alma.

Yo no entiendo, yo quiero solamente
y trabajo en mi oficio.
Yo pienso: hay que vivir; dificultosa
y todo, [n]uestra vida es nuestra.  (muestra)
Pero cuanta furia melancólica
hay en algunos días. Qué cansancio.

Cómo entonces
pensar e[n] platos venturosos (el)
en cucharas calmadas, en ratones
de lujosísimos departamentos,
si entonces recordamos que los platos
aúllan de nostalgia, boquiabiertos,
y despiertan secas las cucharas,
y desfallecen de hambre los ratones
en humildes cocinas.

Y conste que no hablo
en símbolos; hablo llanamente
de meras cosas del espíritu.
Qué insufribles, a veces, las virtudes
de la buena memoria; yo me acuerdo
hasta dormido, y aunque jure y grite
que no quiero acordarme.

De andar buscando llego.
Nadie, que sepa yo, quedó esperándome.
Hoy no conozco a nadie, y sólo escribo
y pienso en esta vida que no es bella
ni mucho menos, como dicen
los que viven dichosos. Yo no entiendo.

Escribo amargo y fácil,
Y en el día resollante y monótono
De no tener cabeza sobre el traje,
ni traje que no apriete,
ni mujer en qué caerse muerto.
                        (De Fuego de pobres, 1961)


¿Y HEMOS DE LLORAR PORQUE LAS COSAS…

¿Y hemos de llorar porque las cosas
están así sobre la tierra?
Hay una mujer, quedan amigos
Y el desprecio, Flaca, a lo que dueles.
No sé si habré de morir todo;
No todo he muerto; mientras vivo,
Me vienes guanga, compañera.
                        (De Calacas, 2003)



Gracias Jesús por la sugerencia de compartir un poema. Para mí fue imposible elegir un solo poema, así que agregué uno más al de Fuego de pobres (1961): el último de Calacas (2003). Son poemas escritos en dos momentos distintos en la vida del poeta y sin embargo hay cierto eco entre uno y otro. Ambos me invitaron a reflexionar sobre nuestro presente, sobre los múltiples modos de la pobreza, sobre la responsabilidad ética del individuo, la mía y la que siente el poeta. Reflexionar sobre las tragedias del presente, las de este siglo XXI y las que aún están con nosotros del pasado siglo. Hoy somos testigos de las continuas guerras en el Oriente Medio; de la experiencia de pobreza en Haití que sólo la naturaleza ha logrado ponerla en la lente, en el ojo de todos; o la crisis económica global —para nombrar sólo las que ahora eligen mencionar los medios de masa— “¿Hemos de llorar porque las cosas están así sobre la tierra?”pregunta Bonifaz Nuño. Y es que la pobreza de la que habla no es sólo la que golpea y hiere a los desposeídos, es también una pobreza de espíritu de “el que vive dentro” de nosotros mismos, como nos recuerda en los versos de “Algo se me ha quebrado esta mañana…”.  Como ante un espejo cóncavo, el poeta apunta aquí al yo, a la memoria y a la muerte: la “Flaca” compañera de llegada “guanga”.   4/2/2010


Lectura de Rubén Bonifaz Nuño

Como acordamos en el encuentro que celebramos en la Casa de América, este mes de febrero corresponde la lectura de Rubén Bonifaz Nuño. 
Algunos compañeros me han enviado ya sus textos. Os recuerdo que uno de los mayores atractivos del blog es la posibilidad de comentar esos textos y  mantener una grata conversación sobre poesía. 
Sabéis que una de las ediciones disponibles de la obra de Bonifaz Nuño es “Luz que regresa. Antología” editada por Visor.