miércoles, 28 de abril de 2010

Materia de la muerte: apuntes sobre la poesía de José Ángel Valente. (Sarli Mercado)

¡Fue sueño ayer: mañana será tierra!
Francisco de Quevedo.
           
            Quiero expresar mi agradecimiento a Juan Gelman y a Jesús Cañete Ochoa por habernos brindado esta experiencia de lectura poética tan inusual por su carácter virtual, muy siglo XXI, que con el Internet devino en una vivencia poética transatlántica entre México y Madrid. Y en particular a usted Juan Gelman, por hacernos “estar”, como dijo José Ángel Valente, en la obra de los cuatro poetas elegidos. Quizás el verso de su poemario Mandorla exprese lo que esta experiencia nos ha dejado: “Ahora no sabemos si la palabra es nosotros o éramos nosotros la palabra”. 
            El vínculo vital con la lírica que Valente nos brinda pasa por hacernos pertenecer a ella en esa suerte de ritual, de canto o ceremonia del ser en busca de sí mismo; un canto en el que se explora además la dimensión moral o ética de la palabra.  Entre los múltiples poemas que dejaron huella en mi experiencia de esta lectura incluyo “Tiempos de guerra” del poemario La memoria y los signos, allí la Guerra Civil española fue también el “estar” de la inocencia frente a la muerte, de aquella “sorda infancia irremediable” como la llamara él.  Sumo también el “Primer poema” de Poemas a Lázaro, una auto-reflexión en la que el joven Valente cuestiona el hecho mismo de ser poeta al interrogar “¿para quién/ qué pecho triste consolaré,/ qué ídolo caerá / qué átomo del mundo moveré con justicia?” Entre sus varias respuestas nos llega un poco después Presentación y memorial para un monumento, una especie de collage en el que sin faltar la sátira y la parodia nos colocan ante un ser humano capaz de acometer mortalmente contra su prójimo en nombre de ciertas ideologías o creencias, sobre ello el poeta va a declarar: “El Marxismo no es un Humanismo, El Cristianismo no es un Humanismo, El Humanismo no es un Humanismo/… Porque es nuestro el exilio. / No el reino”. 
            Mucho más tarde en ese hermoso poemario No amanece el cantor, escuchamos a manera de canto insomne del solo la voz de un ser que medita ante la brevedad de la vida volviendo a la imagen que dio inicio a toda esta poesía y que es también la materia de la muerte: la ceniza. Cito estos versos del poema Paisaje con pájaros amarillos:
Un hombre lleva las cenizas de un muerto en su pequeño atadijo bajo el brazo… / anda como si pudiera llevar su paquete a algún destino…/ Cuán poco nos sirvió vivir. Qué corto el tiempo que tuvimos para saber que éramos el mismo. Mientras el pájaro sutil incuba tus cenizas apenas en el límite soy un tenue reborde de inexistente sombra.
El yo que canta con la muerte bajo el brazo y el pájaro que la incuba son una misma figura: el poeta, y es que, como nos dijo Juan en sus cometarios sobre Bonifaz Nuño invitándonos a su vez a comparar sus Calacas con la obra de poetas como Quevedo: “La muerte es un asunto de la poesía desde que esta nació y los matices de su expresión son infinitos a lo largo del tiempo”.  Así y “A modo de esperanza” quiero concluir estos breves apuntes con los siguientes versos de Valente de ese su primer poema “Serán ceniza”:

El corazón
tiene la sequedad de la piedra
y los estallidos nocturnos
de su materia o de su nada.

Hay una luz remota, sin embargo,
Y sé que no estoy solo;
Aunque después de tanto y tanto no haya
Ni un solo pensamiento capaz contra la muerte
No estoy solo.

Toco esta mano al fin que comparte mi vida
Y en ella me confirmo
Y tiento cuanto amo
Lo levanto hacia el cielo
Y aunque sea ceniza lo proclamo: ceniza.

Aunque sea ceniza cuanto tengo hasta ahora,
cuanto se me ha tendido a modo de esperanza.


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