domingo, 4 de abril de 2010

Comentarios a la lectura de Francisco Urondo por Juan Gelman

Queridos participantes del taller: me han emocionado sus aportes en torno a la poesía de Francisco Urondo. Han entrado ustedes en su poesía y han logrado que ella en ustedes entrara. “Su legado, su semilla, germina en nosotros haciéndonos mejores” anota Alicia Naya. David García habla del “enorme respeto y la esperanza que produce saber que existen (existieron, existirán)” figuras como Urondo. Casi todos subrayan la unidad de vida y de poesía en este gran poeta. Así fue.

Hablan de algún modo de su vida con esos comentarios y David roza el tema de las relaciones entre ideología y obra: “se suele decir –refiere- que la ideología de un poeta es lo de menos”. Sí y no. Sí, porque la ideología, la posición política o su falta, como el intimismo, son territorios que no dominan la subjetividad de casi nadie, y menos del poeta, del artista, del escritor. Hay ejemplos históricos: Marx señalaba en Balzac la contradicción entre su afinidad personal con la realeza y el hecho de que en sus novelas los personajes “buenos” fueran republicanos y los “malos” casi siempre nobles.

Hay ejemplos más estridentes todavía. Ferdinand Céline escribió “Viaje al fin de la noche”, una novela muy aplaudida, con razón, por la izquierda francesa cuando se publicó a comienzos de los años ’30. Bajo la ocupación nazi de París, Céline redactó los panfletos antisemitas más apocalípticos que en la materia se conocen. Ezra Pound creó un poema durísimo contra la usura que ningún marxista-leninista-maoísta ha llegado a escribir hasta el momento. Pero hizo la propaganda del fascismo por Radio Roma durante la Segunda Guerra mundial para la sociedad estadounidense y, desde luego, en inglés.

Las relaciones entre ideología y escritura son verdaderamente oscuras. Sin embargo, cuando la ideología del poeta se sustenta en un “inconmensurable amor a esta vida” -David dixit-, puede ocurrir que su poesía llegue “al límite existencial”, sea ”poesía de la conciencia”, como expresa María José San Juan. No siempre ocurre y, desde luego, se puede alcanzar ese límite por caminos distintos a los que Urondo recorrió.

La existencia de Paco estuvo marcada por su misión: ser poeta. Y por esa razón, y no porque fuimos compañeros de lucha para que la esperanza se haga, cuento lo que sigue sobre su vida/poesía. Bajo la dictadura militar, Urondo dirigía la organización guerrillera en una provincia problemática. Su responsabilidad lo obligaba a múltiples ocupaciones y preocupaciones, en primer término, la cuestión de la seguridad de los compañeros y de la propia. De la inseguridad, mejor dicho: entonces la clandestinidad era una situación muy difícil, había que saltar de una casa a otra, no dormir la misma noche en el mismo lugar, cuidarse de las miradas sospechosas y, sobre todo, del miedo ajeno, el de la gente, desaparecían miles de personas. En esas condiciones Paco terminó su libro Poemas de batalla del que sólo se conserva una decena de poemas publicados en la revista “Crisis” de Buenos Aires: el ejército allanó la oficina de la persona encargada de que ese libro llegara al exterior y se quedó con el original.

Les ruego que hagan un esfuerzo: imaginen el contexto en que esos poemas se escribieron. A principios de los ’70 se debatía entre escritores argentinos progresistas una disyuntiva: incorporarse a la guerrilla y dejar de escribir, o no incorporarse y hacer la revolución en la escritura. Paco Urondo –y otros, Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Miguel Angel Bustos- probaron que la disyuntiva era falsa. Escribieron mientras luchaban por un país más justo...

Disculpen ustedes esta incursión en lo personal de Paco, pero creo que cumplió su misión de manera ejemplar. El poeta crea aun en medio de las coyunturas más excepcionales. El francés Jean Cassou escribió en su memoria 33 sonetos espléndidos cuando estuvo preso bajo el régimen de Vichy. Se han recuperado poemas escritos por prisioneros de los campos de concentración de la dictadura militar argentina. La poesía es invencible.

4 comentarios:

  1. Gracias, Juan, por acercarnos un poco más a Paco Urondo. Su poesía cobra aún más valor al leer y empezar a entender sus circunstancias vitales.
    Gracias también por los ejemplos de escritores e ideologías... uno se para a pensar, leyéndolos, dónde estaba la "verdad" para estos creadores, dónde buscaban su hogar sus creencias, si en las acciones sociales o en su legado literario. Tal vez ingenuamente, siempre he creído que un autor honesto (y un hombre honesto, por extensión) es aquel que, entre otras cosas, predica con el ejemplo de lo que escribe, maxime cuando se imprime tal carga ideológica a los escritos como en los ejemplos que mencionas.
    Mi comentario iba encaminado a referir la idea de que, independientemente de su ideología, los grandes autores son capaces de trasladar sus experiencias/visiones/pulsiones individuales al imaginario colectivo, poniendo al lector en un punto en el que, aunque no case con dicha visión, es capaz de sentir algo de su "verdad". El ejemplo más evidente es el religioso, con autores creyentes leídos por agnósticos o viceversa.
    Un saludo,

    David

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  2. Querido Juan Gelman: Una emergencia familiar me impidió llegar a tiempo con mi reflexión sobre la obra de Francisco Urondo, pero no quiero que se acabe el taller sin expresar mi profundo agradecimiento por habernos invitado a leer sus poemas y enviarnos sus comentarios. Había leído algunos de sus poemas de Urondo antes pero no su poesía completa, y como dije anteriormente, ha sido una iluminadora experiencia. Al llegar justamente a los poemarios que usted menciona (Poemas póstumos y los Cuentos de batalla) me topé con una continua preocupación intelectual mía, muy conectada con mi experiencia personal y la de mi familia quienes en los años 70 y 80 vivimos la violencia política que marcará también la historia de mi país, Nicaragua. Me refiero a la representación de experiencias que precisamente resisten la representación y que lindan con lo inefable: experiencias del terror y el trauma que las dictaduras militares nos han dejado en América Latina. Acaso porque se trata de representar una verdad, una experiencia “continua”, como nos recuerda nuestra compañera Marisol Villarrubia al definir el concepto en relación a la vida del poeta, y que Urondo llamará “realidad” en ese importante poema escrito desde la cárcel de Villa Devoto y justamente en abril: “La verdad es la única realidad”. Sus versos se hunden y deliran en la realidad del “dolor real de los torturados”, en el “canto perdido de un preso, ladrón o combatiente, la voz fusilada, … las masacres, las redenciones… la esperanza rescatada de la pólvora…” en el “coraje y la convalecencia del miedo… del que aprende a defenderse, a rescatar lo suyo, su realidad”. En esta voz que salta la reja, el símbolo de todo lo falso —“la única mentira”— que el abuso de poder engendra en la humanidad, se escucha además de una fuerte convicción por sus ideales que dan forma a su vida y lucha revolucionaria, la entereza. Desde ahí, Urondo nos habla también de la justicia del ser humano, cuestionando así mismo lo que entendemos por justicia o nuestra noción de humanidad, la cual no puede explorarse sin su contrapartida dialéctica: qué es lo inhumano o lo no-humano. Para ello y más, el poeta nos deja los siguiente versos de “Benefacción”, neologismo que nos señala quizás el beneficio de la acción. Con ellos que quiero finalizar esta reflexión y mi agradecimiento a usted Juan Gelman, esperando, quizás, dialogar más sobre estos temas junto con los compañeros del taller en nuestro último encuentro:

    Piedad para los equivocados, para
    los que apuraron el paso y los torpes
    de lentitud. Para los que hablaron bajo tortura
    o presión de cualquier tipo, para los que supieron
    callar a tiempo o no pudieron mover
    un dedo; perdón por los desaires con que me trata
    la suerte; por titubeos y balbuceos. Perdón
    por el campo que crece en estos espacios de la época
    trabajosa, soberbia. Perdón
    por dejarse acunar entre huesos
    y tierras, sabihondos y suicidas, ardores
    y ocasos, imaginaciones perdidas y penumbras.

    Un cordial saludo,
    Sarli

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  3. Al igual que Sarli, de Urondo leí algunos poemas suyos, pero hasta ahora no había disfrutado su obra completa. Escogí su Obra poética, publicada por la editora Adriana Hidalgo.

    Que la poesía es invencible es una verdad validera y comprobable. Lo han demostrado poetas como Urondo, que a través de sus versos y de su vida misma lucharon por la defensa y la transformación de la realidad que les tocó vivir.
    Como Javier Heraud, que murió también defendiendo sus ideales vertidos en versos.

    Solo aprovecho para agradecer a Juan por haberlo escogido para nosotros. De otro modo, Urondo quizás hubiera pasado por mi vida sin apreciarlo ni admirarlo como ahora.

    Me quedo con estos versos, que para mí,me sonarán a Francisco siempre:

    "Del otro lado de la reja está la realidad, de
    este lado de la reja también está
    la realidad; la única irreal
    es la reja".

    Francisco Urondo, "La verdad es la única realidad"

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