jueves, 31 de diciembre de 2009

Pequeñas anotaciones alrededor de Idea Vilariño por José David García Callejas

Hola a todos, y gracias a los organizadores del taller por levantar el blog, es una herramienta muy útil para este tipo de encuentros. Voy a intentar enlazar algunos pensamientos, sensaciones, que encuentro al leer a Idea Vilariño, y pido disculpas de antemano por lo deslavazado de este discurso... a mi entender, la poesía no permite fácilmente una crítica analítica y sistemática, y no debe ser ese el objetivo de una lectura profunda. Al menos en España, como inciso, la (poca) enseñanza literaria que se ofrece a los escolares fomenta una lectura plana, poco imaginativa, donde el poema es poco más que una serie de referencias histórico-literarias con la métrica como maquinaria de relojería. En fin, quiero alejarme de eso en este pequeño escrito.
Los poemas que más me interesan, en general, son aquellos que se mueven en un silencio incómodo, aquellos en los que -tomando palabras de Juan Gelman en su bienvenida al blog- el “argumento” del poema queda diluido en el ritmo, en la raíz; aquellos en los que el lector tiene que poner de su parte, esforzarse y buscar más allá de las palabras. El poema, ya se ha dicho miles de veces, es una incitación, una puerta entreabierta, un retumbar en el que, a mi entender, las palabras
acaban siendo sólo una pequeña parte del mensaje. Es decir, tiendo a pensar, con Juan Gelman (me voy a permitir llamarte Juan, si no te importa, ya que eres uno más de nuestro grupo), que el poema se construye a sí mismo, en tanto es el lector el que lo moldea y se descubre a través de él. Nombra lo que no tiene nombre todavía, y tal vez más, nombra lo innombrable, porque no es “traducible” a lenguaje ordinario. De ahí que su mensaje sea mucho más profundo que las palabras que lo
componen. Hay una tragedia inherente a la condición humana, hay oscuridad y luz insondables, y la música y la poesía nos ponen en contacto con ellas. Una vez leí a Mircea Eliade (un estudioso de religiones antiguas, por si alguien no lo conoce) y me llamó mucho la atención el hincapié que hacía en el estudio de los ritos ancestrales, míticos; la repetición hasta el trance de ritmos, palabras, símbolos, como forma de revivir el instante eterno del nacimiento, la fertilización de la tierra, la lluvia o cualquiera de los objetos de adoración paganos (pagano, dicho sea por supuesto sin connotaciones negativas, más bien etimológicamente). Pues bien, ahí se ha de buscar el sentido último de porqué el hombre hace poesía, creo. La trascendencia al devenir temporal, el nacimiento eterno invocado, traído de nuevo, la semilla del hombre, la Unión con el Otro. Claro, hoy día conocemos infinitas formas de buscar esa trascendencia, y lo importante es que cada hombre, cada voluntad, pueda llegar a escuchar su propio “ritmo interior”, esa voz más allá de las palabras. Otra cuestión es hasta dónde pueden retorcerse las palabras para amoldarse a este nuevo decir, hasta qué punto es capaz el lenguaje de proporcionarnos un medio de comunicación de aquello que es incomunicable. Paradojaas, ya lo sé, pero en fin, lo cierto es que siempre desconfié del poder del
lenguaje, me interesan más los recovecos, las esquinas a oscuras, los silencios que tanto dicen.
Todo esto para que veáis por dónde van a ir los tiros en mis apuntes sobre Vilariño. Primero, he de decir que lo que más me ha gustado es “Cielo Cielo”, “Por aire sucio” y “No”. Era de esperar, según mis gustos, porque a pesar de que tiene una coherencia absolutamente admirable a lo largo de todos sus escritos, hay pequeños pulsos en el lenguaje que se manifiestan más en esos libros. Una mayor irracionalidad, tal vez, un mayor uso de la elipsis, y para mí, una mayor respiración en general. Hay en Vilariño esa sensación de desamparo que todos llevamos dentro, pero ella tiene la grandeza de enseñarnos sus manos vacías como nadie lo había hecho nunca antes, de enseñarnos por tanto su grandeza. Vilariño no tiene miedo, ni a su alegría ni a su dolor, y se sabe única y sola, y busca asideros a veces, humaniza la noche, como expresión de todo lo desconocido, lo que está fuera de su ser, pero en su poesía nunca hay paz, ni consigo misma, ni con el exterior. Parece que se mueve en un precipicio a ambos lados, y admiro muchísimo esa constancia, el que no se acomode jamás y al final de su vida tenga tanto fuego en sus escritos. El amor... es otra forma de poesía, otra forma de búsqueda, y como tal, Vilariño lo exprime siempre con esa esperanza casi suicida. No hay medias tintas, y su poesía ha de ser directa, una puñalada al corazón. Posiblemente sus propios poemas, y volvemos a las reflexiones iniciales sobre la esencia del poema, eran la mejor forma de acercarse al doble abismo del Yo y del Otro, un vehículo y un fin en sí mismos. Para mí, Idea, como todo poeta, lo que muestra es una esperanza inquebrantable, una ilusión y una voluntad de búsqueda a través de su poesía. Un corazón tan grande debió sufrir y reir como sólo puede hacerlo una persona libre.
Como decía arriba, me gustan mucho sus libros más “esquivos”. “No” es maravilloso.
Abandona por completo lo superficial, sigue con su búsqueda de la raíz, y para ello ve necesario un lenguaje despojado, como tantos otros han intentado a lo largo de los siglos. Lo grandioso es que ella combina como pocos esa contención con un lenguaje directo, enormemente visual, donde no hay apenas juicios de valor, donde se reconoce una observadora del devenir (o como se quiera llamar..) y retrata, disecciona la noche, la lluvia, se disecciona a sí misma ahora sin pasión, y resulta
que entre líneas está toda su pasión y su rebeldía. Cortes repentinos de versos, ritmos truncados que el lector debe reorientar...y el tiempo, lento como el fuego como diría Neruda, que le hace renegar de un Yo inabarcable. No es posible dejarse llevar por la marea del tiempo, Idea es una extraña en la Tierra. La sensación de vacío ante la finitud parece la vencedora, y sin embargo, Idea sigue escribiendo hasta el final. Hay instantes eternos, que bien valen soledad, heridas y preguntas sin respuesta. Por ejemplo, Yo la vi o En el centro del mundo, de “Pobre Mundo”.
También me gustaría hilar un poco estas ideas, esta sensación de rebeldía permanente, con sus escritos más explicitamente combativos. Ignoro si Idea Vilariño fue activista en su día a día o no, pero eso es irrelevante: parece desprenderse de sus escritos otra esfera, independiente tanto de la negrura infinita de la noche y el tiempo, como del Yo profundo e inasible; la esfera de las acciones humanas, ante la que reacciona igualmente de muchas maneras. Hay escritos decididamente políticos, y curiosamente ella misma dice en una nota a uno de ellos: “Esto, que de poema tiene sólo la forma...” (Agradecimiento, de “Pobre Mundo”). La poesía no pierde por ello todas las características mencionadas anteriormente, porque Vilariño sigue la misma búsqueda de comprensión, de lazos a los que unirse, que por otros cauces. Incluso ella necesitaba, en algún momento de su vida al menos, algo a lo que aferrarse, un sentido de colectividad; y aún así, tiene el mérito enorme, enorme, de no caer en el populismo o en exaltaciones fáciles. Eso sí, el poema en el
que habla del Che no me gusta nada, me parece el que está más fuera de lugar.
No he hecho apenas mención a sus poemas de amor porque, cómo decirlo, me abruman.
Partiendo de la base de que la distinción “poemas de amor” me parece un poco artificial, incluso cuando se llama así el libro... como ya he dicho, el amor es una fuente de conocimiento, de búsqueda, de comunicación, tan inabarcable como la poesía. ¿Existen poemas que no sean de amor?
¿Existe amor sin búsqueda, sin Poesía? Pero en fin, es necesario ceñirse un poco a ciertos lugares comunes para poder transmitir ideas sintéticas. Si toda su poesía es una herida abierta, en estos llamados poemas de amor, su dedicación casi obsesiva me resulta tan sublime como incómoda.
Necesito más tiempo, aprehenderlos lentamente. Pero, por esa misma razón, más la admiro, porque me hace luchar al leerla. Se trata de romper barreras, de comunicar, de descubrir. Ha sido (es, y será) una gran experiencia leer a Idea Vilariño, gracias, Juan, por presentárnosla a los que no la conocíamos.

¡Felices fiestas para todos!

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