sábado, 9 de enero de 2010

Apuntes a la poesía de Idea Vilariño por Marisol Villarrubia Zúñiga

No conocía su poesía. Confieso que me ha sobrecogido y por lo que he leído, a otros también. En Internet encontré una de las escasas entrevistas que concedió durante su vida. Fue publicada en el diario mejicano La Jornada (8 de agosto de 2004 en su nº 492). En ésta hallé cosas inquietantes que me abrumaron al igual que su poesía. A la pregunta, “¿qué es para ti la poesía?”, respondió que era “una forma de ser, de mi ser. Todo lo demás en mi vida son accidentes”. La poesía era su esencia y lo sentenció con la frase: “Mi poesía soy yo”. El resto era “accidental”, “pudo ser profesora o no; sola o no...”. Si seguimos la premisa del existencialismo, “es la existencia del ser humano la que define su esencia y no al revés” por tanto, ¿era la existencia de Idea Vilariño la que definía su esencia, su poesía? Sólo me atrevo a preguntarlo. ¿Por qué? La respuesta está en su poesía, en sus palabras: “Escribir poesía es el acto más privado de mi vida realizado siempre en el colmo de la soledad y del ensimismamiento, realizado para nadie, para nada”. La poesía no es un acto de expresión estética, es su expresión más íntima y privada, algo suyo hecho para “nadie” para “nada”. Nada, nadie, nunca, tres conceptos que se repiten en su poesía. ¿Qué es la existencia? ¿Quiénes somos realmente? En la entrevista nos descubre que una noche en Cuba leía sus poemas para saber quién era y recita esta en particular: “Yo./ No sé quién soy./ Mi nombre/ ya no me dice nada./ No sé qué estoy haciendo./ Nada tiene ya más que ver con nada/ Digo yo/ por decirlo de algún modo.” Nada, ninguna cosa, la negación de todo, la inexistencia.

Idea Vilariño no “buscaba llegar a otro, comunicar” y no deseó “haber publicado nunca”, mostrarnos su esencia pero lo hizo. ¿Por qué? Ella misma admite que “publicar fue tan contradictorio, tan poco coherente como seguir viviendo cuando sabía, y cómo, cuando pensaba lo que pensaba del hecho de vivir”. Paradojas de la vida que le llevaron a experimentar un sentimiento predominante “de violencia y rechazo” porque se estaba “invadiendo sus fueros más privados”. Esta entrevista me abrumó como su poesía y me llenó de dudas. Sabiendo lo que sabía, ¿tenía derecho a diseccionar su poesía, es decir, a ella misma? ¿Cómo abordar su poesía sin “invadir su espacio privado o “violentar su poesía? Creo que ella misma nos dio la clave: “La propia índole de lo que escribo lleva al crítico a ocuparse de la persona más que de lo hecho”.

Intentaré abstraerme de la imagen de Idea Vilariño, del apasionado romance que mantuvo con Onetti, de su compromiso político, de su vida, de sus posibles influencias literarias (Juan Ramón, José Asunción de Silva) y estéticas (Servien)... Por eso, en su poesía no he buscado a Idea Vilariño mujer o escritora, he buscado sólo las imágenes de ese universo contradictorio y existencial (“publicar sin querer publicar, de vivir sin querer vivir”).

“El amor no es más que un pozo de agua oscura,/ los astros sólo son barro que brilla,/ el amor, sueño, glándulas, locura,/ la noche no es azul, es amarilla”. Amor, la primera paradoja: es vida (glándula) pero también muerte (pozo de agua oscura). Amor, alegría y dolor. Amor como algo obsesivo, como vida y muerte: donde nace una muere la otra y viceversa. Se establece un contrapunto, el equilibrio de una balanza, la contradicción primera: vida y muerte. Una poesía, solo aparentemente simple, que hace que fluya con un ritmo extraño, bello y angustioso las penas profundas del corazón. Una poesía casi exenta de puntuación, ni estrofas, ni versos, sin una supuesta rima porque la poesía nace de la ordenación de las palabras y el ritmo llegará a través de sus acentos.

A veces, sin embargo, la controversia está más escondida: “Es negro para siempre/ las estrellas, los soles y las lunas/ y pingajos de luz diversos/ con pequeños errores/ suciedad pasajera/ en la ternura espléndida/ sin tiempo/ silenciosa”. La oscuridad lo inunda todo pero hay un pequeño rasgo opuesto: “la ternura espléndida”. La muerte, la frustración, el dolor, la desesperación tienen, sin embargo, su contrapunto como todo en nuestra existencia, en boca de Idea Vilariño: “este amor desgarrado por el mundo”.

La energía fundamental del ser, lo que empuja a nuestra existencia a materializarse en el otro. A veces, el resultado es la unión y el encuentro pero en otras ocasiones, supone división y muerte, en la medida en la que uno es capaz de destruir el valor del otro al intentar someterlo a uno mismo en lugar de enriquecerse recíprocamente.

En la poesía El amor, aparece esta controversia entre el amor, vida o existencia pero también muerte (me canta y yo le canto – me hiere y yo le sangro) presente en el juego igualdad-superación: “me mira – le miro” (iguala a lo tierno), “me destroza – lo quiebro” (supera a lo cruel). Así es como se compone la vida, de ternura y crueldad, de bueno y malo. La vida descrita en su poema Eso en el que se sirve únicamente de sustantivos. Si se nos permitiera unir cada verso con el verso siguiente usando el verbo “ser” (vida, posibilidad de existir) parece que encontramos una explicación al cansancio, alegría, humildad, nostalgia, sentido común... Para llegar al final sentencioso: “mi agonía (es) mi herencia irrenunciable y dolorosa/ mi sufrimiento (es) mi pobre vida”. Angustia y sufrimiento existencial que experimentamos a lo largo de la vida llena de contradicciones. Una existencia amarga o dulce a la que sin embargo, no podemos renunciar como en el poema Te estoy llamando. Cuatro veces repite la perífrasis durativa “estar + gerundio”: “estoy llamando”, la acción en su progreso que se desarrolla de menos a más, lo que da fuerza e intensidad al poema.

- Nos dice desde el lugar al que llama: la sombra-el dolor-pozo asfixiante. Elementos constantes de un mundo sombrío y doloroso que se repiten en la poesía de Idea Vilariño.
- Nos especifica a qué llama: al destino-al sueño-a la paz. El ineludible destino que marca nuestra existencia que al alcanzarse suele ser sinónimo de fin o muerte. El sueño, que no se basa en la razón ni en la realidad, es la inactividad del ser como lo es el destino y también la paz, final de la lucha. Por tanto, los tres términos tienen mucho en común.
- Nos habla de los tres elementos que utiliza para llamar: la voz-el cuerpo-la vida. Y otros tres elementos que también utiliza en su llamada pero tienen una categoría distinta: desesperación-sed-llanto.
- En la parte final, los lugares (sombra-dolor-pozo asfixiante) se transforman finalmente en noche ciega-olvido-horas cerradas pero parecen tener el mismo desgarro y desesperación.
- Sólo nos queda el modo en el que “está llamando”:
“como si fueras aire y yo me ahogara”
“como si fueras luz y me muriera”
“como a la muerte, como a la muerte”
Notamos en el último verso la ausencia de la condición “si fueras” porque ya no insinúa, la muerte es muerte sin comparación posible, sin rodeos.

Podríamos estar buscando estos elementos en todos sus poemas de amor, probablemente en otros, en los que para mí se ocultan los dilemas y las premisas más profundas del existencialismo: quién soy (la percepción del yo), la responsabilidad como individuo, la libertad, la acción, la temporalidad del hombre, lo absurdo del existir, la naturaleza del ser humano, la vida, la muerte. Es la existencia del ser humano la que define su esencia y no al revés, aunque esa existencia esté caracterizada por el dolor, el sufrimiento, la angustia que proviene, precisamente, de esa constante búsqueda para obtener una respuesta que pueda dar sentido o justifique nuestra existencia. En su poema Ya no, se constatan estas ideas; lo que es y pudo ser, lo que se tuvo y ya no se tiene. La negación “ya no” que es realmente una suma “además”. Un poema dilapidario porque en definitiva no habrá tenido ni tendrá nada, ni siquiera la culminación del destino donde todo dilema existencial se termina. En la propia existencia nace la dolorosa angustia, el juego existir-no existir, “quiero morir. No muero” en su poema Quiero morir o “Quiero morir. No quiero” en el Poema número 19.

La existencia que se transforma. Esa transformación que se intuye en la trilogía Mediodía-Tarde-Noche, la contraposición total de las imágenes de la vida y la muerte (amanecer y ocaso) que finalmente me lleva a su poema:

Podés creer que nada
Le sirve nunca
A nadie
Para nada

Las palabras al final de cada verso son reveladoras: nada-nunca-nadie-nada. La inexistencia de todo, la negación total. Esto es lo que yo he sentido con la poesía de Idea Vilariño: angustia por la existencia pero también por la no-existencia. Pero, ¿qué se esconde realmente detrás del “acto íntimo”, “privado” y “de ensimismamiento” de esta poetisa? Con permiso de Idea Vilariño: Nadie, nunca sabrá nada.

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