lunes, 25 de enero de 2010

Algunas cuestiones por Juan Gelman

Varias intervenciones acerca de la poesía de Idea Vilariño muy interesantes, apropiadas y motivadoras han aparecido hasta ahora en el blog del Taller de Lectura y todas tienen algunas cosas en común. La más importante: los textos analizan la poesía de Idea desde una lectura cabal y, sobre todo, a partir de lo que su obra propone. Conocemos esa clase de críticos que nos quieren imponer su propia concepción de la obra de arte y que le niegan mérito a una mesa porque no es un dinosaurio. Me gustaría verlos tratando de escribir con la Olivetti o el ordenador apoyado sobre un dinosaurio.

Poesía y biografía

Marisol Villarrubia Zúñiga señala que intentó abstraerse de la relación Idea Vilariño/Juan Carlos Onetti, del compromiso político, la vida y las posibles influencias literarias de la poeta uruguaya. Creo que es el modo más justo y gozoso de leer. Obvio es que no hay
obra de arte, por abstracta que parezca, ajena a la experiencia de vida del autor, pero ahí se detiene la cosa. El poeta, como cualquier persona, interroga los rostros de esa experiencia con la imaginación, pero él trata de encontrar respuestas en la expresión. Así la biografía es transformada y se vierte, diferente a sí misma, en escritura.

¿Quién es el o la que escribe?

Alicia Anaya cita versos de Idea que aluden a este asunto (en relación con otro al que me refiero más abajo) y su conclusión es clara: el poeta mismo no sabe qué está haciendo. Es cierto, pienso. Muchos creadores han hablado de ese “otro” que es quien verdaderamente escribe. Sería un “otro” del poeta que intenta una expresión liberada de la palabra impuesta y de los acomodamientos del lenguaje al trato con la cotidianeidad. Proust dio, a mi juicio, una definición precisa del fenómeno: el que dicta es alguien que mora en lo más profundo del que escribe y a quien éste no conoce hasta que le da palabra. Como San Juan decía, es un no saber sabiendo.

Nuevamente el contenido

Alicia vincula ese “no saber” con la cuestión del contenido de un poema, una pregunta que instalé en el texto de bienvenida a los participantes del Taller, y sugiere que, a veces, ni el poeta sabe cuál es. Blanca Fernández no opina lo mismo: menciona Para decirlo de alguna manera y estima que el poema de Idea “no dice nada de lo que dice, es decir, es como la conciencia que brota de la mente siendo el poema el soporte (la mente) y la luz lo que trasciende del poema (la conciencia)”. A José David García Callejas (me gusta que me llamen Juan sin más), los poemas que le interesan son aquéllos en los que el “argumento” se diluye “en el ritmo, en la raíz” y en los que “las palabras acaban siendo una pequeña parte del mensaje”. Aunque parecen reflexiones disímiles, juntas construyen la trenza del problema.
Aclaro, sin embargo, que traje a colación el tema por la vieja discusión entre los “contenidistas” y otros, dicho esto con simpleza. Los primeros valoran lo que el poema avienta literal y directamente al lector más que la voz, la respiración y el tono del decirlo en los que late, como infiere José David si no lo interpreto mal, el verdadero mensaje del poema. El poeta podrá no saber qué está escribiendo, pero se empeña en escribirlo, con mayor o menor fortuna. Y a ésta se suma otra paradoja: el yo del poeta procura su propia abolición para decirse.

Leer poesía

Ana Rodríguez Callealta recorre con justo elogio el abanico de sentimientos que mueven a Idea expresa, critica la puntuación de sus versos porque le hacen perder significación y destaca Ya no “un poema en el que es muy fácil sentirse dentro”. José David prefiere “los recovecos, las esquinas oscuras, los silencios (del lenguaje) que tanto dicen”. Son dos maneras de leer poesía. La última es más lenta y transforma al lector.

1 comentario:

  1. Estimado Juan, gracias por comentarios a mis reflexiones sobre Idea Vilariño. Es verdad lo que dices y de hecho, me enseñaron a perseguir en la poesía la memoria de sus autores, "los rostros de esa experiencia" pero al final, la poesía se convierte en un montón de imágenes simbólicas que intentas decodificar como te indican tus maestros. Entonces, el ejercicio del placer, del gozo de la imagen se difumina y se pierde. Me pasó con otros poetas, me pasó con uno de mis poetas más querido, Dante Alighieri. Lo leí con pasión, con los ojos de una joven inexperta, gocé de su universo. Luego, lo leí en busca de una biografía, de unas imágenes medievales como un código de acceso al texto intentando descubrir que había más allá de los versos. Nunca más volví a gozar de su poesía como la primera vez. Por eso, hoy cuando me acerco a la poesía sin obligaciones docentes o curriculares, quiero dejarme llevar por los versos, gozar de las imágenes en su estado puro, que su música me arrastre... Es cierto que detrás de cada verso hay una vida, una experiencia vital real, una biografía transformada en verso, en escritura. Pero en el momento que el autor la entrega a los demás, esto lo sabía Idea Vilariño, la convertimos en nuestra propia experiencia vital, en nuestra propia biografía, en nuestra misma vida. Gocé de Idea Vilariño como gocé en el pasado de otros poetas, con la inocencia de la primera vez que los lees, sin querer encontrar nada más. Te agradezco que nos hayas descubierto a una mujer tan vital y apasionada.
    De nuevo, gracias por tus palabras. Marisol Villarrubia

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